Permeabilidad al aprendizaje

En muchas ocasiones usamos nuestros filtros para limitarnos el aprendizaje. Ponemos trabas consciente o inconscientemente para no aprender, para ser impermeables a los acontecimientos o sugerencias externas.

Esta defensa acentúa su nivel de actividad cuanto más amenazada se encuentre nuestra integridad moral o nuestras concepciones implícitas.

Soy consciente de emplear estas acciones defensivas cuando se me plantean ideas teológicas y más aún si este planteamiento se realiza de forma agresiva y directa.

¿Por qué cuento todo esto?

Porque cuando nos defendemos de algo que puede cambiar nuestros esquemas mentales nos sentimos reafirmados, seguros de nosotros mismos. Somos convincentes con nuestra decisión de no cambiar. El problema surge cuando no sabemos cuantificar lo que perdemos por no hacernos permeables, nos alejamos de un tipo de aprendizaje profundo.

Cuando estudié el Máster de Docencia Universitaria inicié mi andadura con unas expectativas tradicionales: herramientas, pautas, teoremas, ideas de otros, etc… Pero pronto descubrí que la principal motivación de los profesores éramos los estudiantes en sí.

Cancelé los filtros de protección y disfruté cambiando de raíz mi forma de pensar (en algunos aspectos consistieron en confirmaciones y no cambios). Con lo que indago en este artículo no es en cómo generaron los profesores el ambiente perfecto (una sesión por semana bastó) para dejarme llevar, y mira que me considero duro de pelar, sino en cómo esta actitud activa, amplia, receptiva y permeable me hizo aprovechar las clases de una manera totalmente diferente a como las habría aprovechado si hubiese mantenido un perfil de estudiante más pasivo y cerrado.

¿Qué me ha hecho pensar en esto?

Curiosamente he vuelto a reflexionar sobre el aprendizaje profundo y la permeabilidad del estudiante simplemente viendo una película, Noe, la de Rusell Crowe.

Al hilo de mi anterior comentario soy consciente de cerrarme en banda cuando se trata de temas teológicos, y lógicamente la película de Noe toca temas teológicos. Sin embargo pude notar cómo al quitarme el peso de la contención pude abrir mi perspectiva sobre el tema y profundizar en aspectos alejados de “este es tu creador, y punto”, “tienes que rezar a este o al otro” y cosas por el estilo y más próximos a las relaciones entre los personajes, la evolución de los mismos, la bondad, el amor, el odio… esas cosillas.

Si hubiese mantenido un perfil cerrado no habría vivenciado ni indagado sobre estos temas y probablemente estaría más centrado en argumentar dónde se equivoca el guión de la película a mi entender y demás pragmatismos superficiales.

¿Y qué?

Pienso seguir propiciando indagaciones y aprendizajes relevantes y pienso seguir manteniendo el nivel de alerta activo para bloquear ideas que puedan resultar dañinas pero todo ello pienso hacerlo activa y conscientemente.

Organización en la montaña rusa de las sensaciones

Todos sabemos que no es sencillo organizar el tiempo para realizar las tareas. Pero si las tareas dependen de nosotros mismos la organización se complica aún más porque tendemos a procrastinar.

Procrastinar es dejar las cosas para más tarde. Tareas que estaríamos en disposición de acometerlas pero que evitamos posponiéndolas en el tiempo, como si así se solucionasen solas.

Durante más de un año que llevo haciendo las cosas a mi ritmo y gusto he vivido diferentes etapas: desde hacer interminables listas de tareas, pasando por el método kanban,  hasta ignorar cualquier tipo de prioridad y hacer lo que simplemente me apetece en cada momento.

No puedo discutir que el caos me gusta, nos atraemos mutuamente si no hay métodos de control. Pero es bien cierto que la sensación de tener algo ahí, pendiente por hacer, es un martillo que molesta, irrita, cansa, agobia…

Esta entrada la he empezado a escribir sin saber qué resultaría, por lo que es mi intención ir hilando hasta donde me lleve la reflexión, sin seguir un guion previo. Ya usaré la técnica de preparar un guion en otras entradas. Ésta, de momento, no es de esas.

Han pasado unos días desde mi cumpleaños y sin poder evitarlo he hecho balance. La sensación es de una montaña rusa porque en ocasiones me encuentro muy animado y seguro de lo que estoy haciendo con mi vida profesional y en otras me veo como algo fuera de mercado e inútil.

Buenos momentos

Podría resumir los buenos momentos por aquellos en los que me salen las cosas bien. O me llaman para hacer una entrevista de las que me suelo “enamorar” con relativa facilidad. La verdad es que en estos momentos me siento capaz de hacer cualquier cosa utilizando como principal arma el sentido común.

Un momento bueno fue al terminar el trabajo de profesor de moodle, fueron sólo 3 días de clases, en cierto modo era mi bautismo tras el Máster, por lo que quería hacerlo bien y utilizar mis principios. Como el grupo tenía sus peculiaridades tuve que adaptarme al mismo, y esa metamorfosis de mi planteamiento no fue más que la aplicación directa de mis principios, por lo que salí reforzado y encantado con la experiencia.

Otro momento bueno fue la llamada de mi socio de Rescatalo.com invitándome a acompañarle en una aventura que ya tiene lanzada. Las condiciones son buenas y la sensación también. Sólo falta que se concrete…. de ahí que haya momentos menos buenos.

Momentos regulares tirando a malos

Cuando todo avanza la cosa va bien pero cuando todo se queda estancado la sensación es mala, muy mala. Nada sale adelante o termina sin concretarse.

En la mayoría de las ocasiones no depende de uno mismo, por lo que la sensación de descontrol de la situación te penaliza. Pero debería poder revertirlo a mi favor.

Un momento malo es cuando salen las listas de las oposiciones en las que tienes esperanza y te valoran con un cero patatero tu experiencia laboral. Otro momento malo es cuando en las plazas de profesor asociado utilizan criterios demasiado arbitrarios para favorecer a quien les apetece en cada tribunal. Y otro momento mal, por cerrarlo, es cuando un trabajo deseado no llega a plasmarse en nada, aun pasando 6 meses desde el primer contacto… “seguimos en marcha…” es la respuesta.

Me organizo mi tiempo como quiero

Dedico el tiempo profesional como mejor me parece a  varios proyectos que tengo en marcha, a formarme, a leer, etc…

Pero posiblemente no esté utilizando el enfoque adecuado. Tal vez deba alejarme para identificar si realmente estoy haciendo lo que debo. Ahí está el problema, nadie tiene la verdad absoluta de lo que debo hacer.

En este año he estudiado un Máster oficial, he lanzado un proyecto (sin éxito finalmente), he estado con mi hija, he mejorado mi calidad de vida (y engordado), he mejorado mis proyectos personales, he estado apunto de lanzarme a abrir una franquicia. Pero hay cosas que no he hecho y que seguro que podría haberlas hecho como salir a correr, hacer ejercicio, aprender inglés en serio, sacar la ropa de invierno al principio del invierno y la de verano a principios de verano… Siempre me he buscado excusas, malas o buenas, pero excusas generadas por mí mismo.

Concluyendo

Para cerrar el post diré que debería tener un enfoque más positivo de todo. He hecho muchas cosas y voy a hacer muchas más. El sistema de trabajo y empleabilidad en España es el que es ¿y?.

Ahora que he terminado el post a ver qué título le pongo.

Quién no soy

Hola, soy David Peribáñez Martínez.

Si bien es cierto que tenemos la suerte de residir en España y usamos dos apellidos, a diferencia del resto de Europa, y aunque el primero de mis apellidos es relativamente poco común “Peribáñez”, da la casualidad de que en estos tiempos modernos hay al menos una persona en España que comparte mi nombre y apellidos en el mismo ciclo temporal de vida.

Búsqueda de imágenes realizada el 03-07-2014

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De hecho, si buscas información de David Peribáñez Martínez en internet/google (ya hablaré en futuras entradas de la vinculación entre google y el uso que le damos a internet) te aparecerán muchos resultados pero sólo la primera imagen corresponde con la mía. El resto son de mi tocayo.

¿A qué se debe?

Compartimos nombre y apellidos, sí. Esto no lo voy a explicar.

Durante mucho tiempo, y aunque he dedicado gran parte de mi carrera profesional a promocionar y publicar contenidos en internet siempre he buscado mantener mi anonimato para no mezclar el mundo virtual con el real. No me gustaba la idea de compartir mi privacidad con el resto del mundo.

Una vez soy yo mismo el que toma la decisión de compartir mis experiencias y reflexiones públicamente (aquí explico para qué) lógicamente mi nombre empieza a ser más distribuido por la red. Es una pieza de Personal Branding.

Por otro lado mi tocayo se ha movido mucho en redes sociales abiertas relacionadas con la música ya que es Deejay (Soundcloud, Myspace, MixCloud, Twitter…). Y por tanto su actividad ha servido de escudo protector a mi privacidad durante mucho tiempo.

Pero ahora que quiero mostrarme hay un conflicto

Búsqueda realizada el 03-07-2014

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Efectivamente. Ahora somos dos personas “luchando” por darnos a conocer en internet.

Se trata de un conflicto menor porque cualquiera que quiera buscar información de algo será capaz de discernir si hay dos productos/objetos con el mismo nombre y diferentes características. O al menos eso creo.

De momento los resultados de búsqueda incluyen enlaces a redes sociales de ambos, como si fuésemos una misma persona. Lógico, por otra parte.

Tercero en discordia

Para más coincidencia hay un personaje deportista bastante conocido que se llama David Martín Peribáñez. Se trata de un ciclista que hace unos cuantos años aparecía en los resultados de búsqueda de los primeros cuando buscabas “martínez”.

Concluyendo

Aunque muchas veces nos cueste trabajo saber quién somos sí que nos resulta más sencillo identificar aquello que no somos. En este caso me basta con mirar mi DNI y mi foto para saber que no soy otra persona pero si estuviese hablando de tendencias o actitudes propias seguro que necesitaría de ayuda externa para aclararme. Este blog reflexivo será una herramienta para ayudarme a identificar muchas cosas. Bienvenido.